Hoy sentada en la mesa de mi casa miro a
mi hija de 5 años jugando a ser Maestra y vienen a mi mente los días que añoro
cuando tenía su misma edad y vivíamos en casa de mi tío Roberto, el cual fue
para mí, la fuente inspiradora para ser lo que hoy soy: Maestra.
Recuerdo que me llamaba mi curiosidad el
hecho de que cargaba siempre un porta folios negro y casi siempre laminas, donde
el escribía parte de sus clases, el enseñaba en las mañanas en una primaria, y
en las tardes daba clases de geografía en la Escuela Secundaria y de
Bachilleres de Artes y Oficios (ESBAO).
Un día sin que él se diera cuenta entré
a la habitación, que para todos era prohibida… su pequeña bodega, donde
albergaba documentos, mapas y demás material didáctico que utilizaba para
dar sus clases; llamó mucho mi curiosidad un mapa de la república
mexicana, que colgaba de la pared, tenía
muchos foquitos e imágenes, empecé a tocar ese mapa, y vi que encendían los
focos y sin darme cuenta entró mi tío, y sin hacer ruido me observó, cuando
sentí su presencia, el me tomó de los brazos y me preguntó que si quería
saber cómo funcionaba, aún sin salir de
mi asombro por haber sido pillada en lo prohibido, en medio del encanto,
contesté que sí, porque no tenía ni idea de cómo funcionaba; mi tío empezó con
mucha calma, cosa que me parecía raro, por qué yo creía que él tenía un carácter
difícil y duro, de echo, todos le teníamos cierto recelo.
El me preguntó donde estaba Tamaulipas y
yo le dije que no sabía, con la mirada casi le grité: ¡¿olvidas que sólo tengo
cinco años?! Él me dijo toma este puntero y señaló, si estás equivocada, no
encenderá el foco y si estás en lo correcto, encenderá, y empecé a “jugar” y
sin querer, a mi corta edad, ya me estaba enseñando geografía de México.
A partir de ese día esperaba con ansias
que llegara y me mostrara que les había llevado a sus alumnos para aprender, me
emocionaba ver el esmero con el que el preparaba sus clases. Para ese entonces,
el ogro que se había en generado en mi mente, se había esfumado por completo.
Un día vi que llegó cargando regalos y
entre ellos traía una gallina, y le dije: tío… ¿es tu cumpleaños? Él se empezó
a reír y me dijo, no, es el día del maestro y algunos de mis alumnos que ya
cursan otro grado, me llevaron estos regalos. Y volví a preguntar, ¿y los demás? Él se sonrió y me dijo: ”Muchos alumnos no
comprenden el significado de enseñar y aprender, cuando son pequeños y creen
que uno es un ogro en el aula, porque uno quiere siempre que sean los mejores, ya
lo entienden cuando ven que uno entrega todo por ellos y esto da resultado para
bien de ellos”. En ese momento, no entendí lo que quiso decir.
Así pasó mi vida, y con mucho entusiasmo
entré a la primaria rural “REVOLUCION MEXICANA” de ese pequeño pueblo donde
vivía, y para mi fortuna, mi maestra de primer grado fue la maestra Clementina,
la cual me agradaba mucho, no por lo que me pudiera haber enseñado, si no por
su cabellera negra y de risos.
Ella jugaba mucho con nosotros, creo que
me la pasé bien con ella y ahora admiraba y respetaba más a mis maestros; mi
mala suerte fue en segundo grado, pues llegó a la escuela una maestra recién
egresada de la Normal, Estela y al parecer lo que menos quería era estar con
nosotros, recuerdo que un día llegó y se salió del salón y empezó a platicar
con otra maestra y oí que le decía: “No aguanto estos mocosos, no soporto que
me toquen o me pregunten, espero ya irme de aquí”.
Al oír eso, me dio mucha tristeza saber
que nosotros no le interesamos, y que yo tenía un tío que también era maestro y
que él si se preocupaba por sus alumnos, en ese momento añoré que él me diera
clases, pensé que serían divertidas o interesantes. Con la desilusión de mi
maestra, yo no ponía atención a nada, veía como volaban aviones de papel, como
mis compañeras las más grandes agredían a las más pequeñas y ella NO hacía
nada.
Un día al terminar el recreo, me quedé
sentada en una banca, y era tanta mi tristeza por mi maestra y su falta de amor
a su trabajo, que no escuché cuando tocaron la campana, así que seguí sentada
en la banca; a lo lejos recuerdo que vi a mi maestra levantando los brazos y
quejándose con el director, cuando logré entender que decían, fueron por mí, y
recuerdo que me tomó de mi brazo y me jaloneaba y decía: “No quiere obedecer,
se sale sin permiso”, y demás argumentos que ya no quise escuchar, porque no
eran ciertas; el director me tomó y me dijo: “¿No quieres estudiar? ¿No quieres
ser alguien de provecho?”
Los observé a ambos y me dije: ¡Ya basta
de esto, no aguanto! Le contesté: YO SI QUIERO ESTUDIAR Y SER ALGUIEN EN LA VIDA,
pero ella no me quiere enseñar, ella quiere irse y nosotros no le importamos.
El director me soltó y comenzó a
preguntarme que donde había escuchado eso, yo solo le dije que ella lo decía
casi siempre, el solo inclinó la cabeza y la movió de un lado a otro y le dijo
a ella, que hiciera lo posible por cambiarse de escuela, porque si una niña de
7 años le había dicho algo cierto, no quería esperarse a ver qué pasaría con
todo el grupo. Ella se cambió de grupo, creo que duró 3 años más, pero siempre
tuvo problemas por su falta de interés.
Cuando pasé a tercer grado, mis papás
decidieron cambiarse a la ciudad y por
lo consiguiente a mí de escuela, entré a una escuela donde sólo iban hijos de obreros
y empleados petroleros, ahí conocí a una bella persona y muy valiosa para mí:
la maestra María Campos Cruz, ella cursé tercer grado y como yo mostraba bajo
rendimiento a consecuencia de mi anterior experiencia, recuerdo muy bien lo que
dijo: “Tu eres mi reto, saldrás leyendo,
escribiendo y con las tablas de multiplicar bien aprendidas”, al principio,
se me hacía muy duro el grado, pero cuando vi que ella estaba dispuesta en
ayudarme y yo veía que preparaba material para enseñarme, comencé a compararla
y me di cuenta que era como mi tío. Vi
que era una maestra empeñada en hacer de uno el mejor, con ella aprendí todo
lo que ella me había dicho y hasta un poquito más.
Así fui cursando mi educación primaria,
donde mis maestros: Guadalupe, Hugo y Elvira me ayudaron en mí andar por ese
camino, y claro, mí querida y recordada maestra María Campos Cruz.
Cuando entré a la secundaria, mi asombro
fue el saber que el director era mi TIO, si el maestro Roberto, entré con más
entusiasmo a la secundaria, pero luego un par de maestros me hicieron perder ese
entusiasmo, mi maestra de español siempre entraba con un chicle en la boca, se
sentaba en el escritorio y sólo nos contaba cómo iba de mal en peor su relación
con su dizque novio, y por otro lado mi maestro de inglés me quería convencer
de aprender inglés con copias, mismas que yo por testaruda me negaba a comprar,
yo quería que me enseñaran del libro que ya me habían hecho adquirir y que a
mis papás les había costado mucho; ahhh! y también no se podía escapar de mi decepción,
mi maestra de taller de corte y confección, una maestra ya muy grande, que le
preguntabas una cosa y contestaba otra, me empecé a sentir triste y ver que no
todos lo maestro querían que uno fuera el mejor.
En cuanto al taller, sí pude hacer algo,
aprovechándome de que mi tío era el director, le dije como me sentía y la
apatía que mostraba mi maestra en corte y pedí que me cambiaran al taller de
dibujo, taller que hasta ese momento solo era exclusivo para hombres, así que
me cambió de taller y me dijo en voz alta: “AUNQUE LLORES NO TE REGRESARE AL
OTRO TALLER, ACEPTA TUS DECISIONES” , así que después de esa sentencia entre al
taller, y hasta ahora entiendo que por ser la única mujer, el maestro me tenía
consideración, pero en otras materias no tenía el mismo éxito, como en ciencias
naturales, donde la maestra era muy estricta, y ella se percató que su clase no
era grata para mí, a lo cual volví a oír unas palabras que ya empezaban a
significar algo para mí: ”Eres mi reto y haré que esta materia te guste” , noté
que ella preparaba materiales extra para mí, y me volvió a recordar a mi tío,
al pasar el tiempo superé las notas con las cuales empecé, y ya en segundo
grado, gané el concurso de conocimientos de ciencias naturales y fui a representar
a mi escuela, participé con escuelas generales y yo era la única que venía de
una particular; al dar los resultados me llevé la sorpresa que había quedado en
tercer lugar, lloré mucho, pues mi maestra también se había esforzado conmigo y
no era justo; cuando ella oyó el lugar corrió a abrazarme y me dijo “Bien
merecido”, yo solo le decía: “no gané, no ganamos”. Y ella me abrazó y me dijo:
rompiste con todas las expectativas que tenía de ti, pues después que no te
gustaba la materia he logrado que ganes un tercer lugar, que ni el de mayor
puntaje habría logrado, así que también entendí que yo era su orgullo. Cuando
seguí estudiando mi fuerte eran las ciencias naturales, pero pues yo
ambicionaba ser maestra de primaria y claro, de geografía como mi tío, pero mis
padres en ese momento decidieron que no me enviarían a estudiar a una normal
por falta de recursos, y pensaron que si me gustaba mucho la ciencias que
estudiara Ingeniería Química o algo referente a las ciencias, pero sin tener
que salir de mi ciudad de residencia; aunque quería complacerlos, sabía que no era
lo que yo anhelaba, así que el día que culminé mis estudios de la preparatoria,
recibí de manos de mi tío Roberto, un sobre con dinero y un boleto para el otro
día a las 6:00 a.m. para la ciudad de Tampico.
Me dijo: “¿te acuerdas donde queda
Tamaulipas en el mapa?, bueno, pues ahora irás allá, escogerás entre las
escuelas, la normal que más te agrade y estudiarás lo que quieras o bien gástate
el dinero, porque yo sé que tus padres no quieren que estudies para maestro,
pero es hora de elegir”. Sin dudarlo, corrí a ver a mi mamá y le dije: “me voy
a Tampico, y seré maestra, como mi tío”. Ella me dijo: “Pero… ¿con quién vas?
¿Donde vivirás? ¿Sabes cómo llegar?”. Y yo sólo le contesté: “no sé, lo único
que quiero es que me apoyes”.
Y así fue como llegué a la ENSST
(Escuela Normal Superior del Sur de Tamaulipas), una gran escuela
donde siempre vi maestros comprometidos con la labor de enseñar y ser
excelentes maestros, así fue como logré recibirme de profesora en ciencias
naturales, creo que está de más el decir por qué escogí esa especialidad.
Pero después de recibirme, pude
percatarme que era difícil entrar a trabajar como maestro de base en una
escuela, así que me pasé tocando puertas, y entré a trabajar, cubriendo un
interinato en mi primaria, si ésa, en donde yo había estudiado 1ro y 2do, donde
yo le había escuchado decir a una maestra que no nos soportaba, y que yo le
había dicho que no me gustaba de ella. Me tocó el segundo grado, donde tenía 26
almas, todos ellos unos ángeles, me encantaba trabajar con ellos y más con Mari,
una alumna que no sabía leer, ni escribir, creo que le tomé gran afecto porque me
recordaba a esa niña insegura, que era yo a su edad. Y trabajé muy duro para que nunca me reprochara como yo
lo hice con aquella maestra, mi interinato terminó, pero cuando ellos me
invitaban a verlos, yo iba con mucho gusto, después entré a una primaria particular que tenía un método
diferente de trabajar, porque no tenían un maestro por grado, sino un maestro por
cada asignatura y claro está yo era la maestra de ciencias, me encantó conocer más
niños y ver como si los motivabas o les dabas un poco de atención ellos trabajaban bien, creo que siempre
querían oír que los motivara uno, y así trabajarían mejor, después de unos
meses, por fin llegó a mis manos mi plaza, pero sorpresa, no era lo que yo quería,
era maestra de TELSECUNDARIAS, no sabía ni como era la enseñanza en esta
modalidad.
Para mi suerte, y hoy
puedo decir que fue suerte, me mandaron a la zona 56 de Minatitlán, que ni en
mis más locos sueños estuvo ir a esos lugares; estaba a 12 horas de mi casa,
bueno, a casa de mis padres y aún más 1 hora en bote. Hoy puedo afirmar
categóricamente que tengo la suerte que me enviaran allá, pues me recibió el Profesor
Apolonio Ramos, mi supervisor, me enseñó a valorar mi trabajo, por lo que es y
no buscar justificantes para evadir responsabilidades adquiridas, me dijo: “Te
vas a donde te tocó, eres la última en llegar, cobras igual que un hombre y no
te pasará nada, así que mi maestra, ¡bienvenida! Y aunque lo consideré injusto en ese momento,
hoy veo que me ayudó a querer más mi trabajo.
Me tocaron muchos retos
y a pesar de las dificultades, pude afrontarlas, ya casi los últimos meses que
estuve en esa escuela, atendiendo a un grupo de tercero, tuve un alumno inquieto, Alan Martín Cruz Cáliz,
hijo de un carpintero, a él le gustaban mucho las matemáticas y en las tardes
me iba a ver para mostrarme lo que ya había aprendido y me solicitaba más
ejercicios, un día en la clase de Orientación, les dije que sería fabuloso que
se esforzaran y que todos regresaran como unos profesionistas, y si cuando
cumplieran ese anhelo alguien se les acercara y les digiera que querían ser
como ellos, eso quería decir que habían logrado impactar de manera positiva a
la comunidad…
Tiempo después solicité
mi cambio a la Ciudad de H. Córdoba, pensando en mejorar mi calidad de vida, y
es así como llegué a fundar la Telesecundaria de Ojo de Agua Chico; tiempo
después, cambié de zona y llegué a la de
la comunidad de Guadalupe La Patrona. Estando ahí un día llegó a mi correo un
mensaje de un Ingeniero llamado Martín. Pensé ¿y éste qué quiere???? ¿Lo
conozco???? ¿¿¿Cómo obtuvo mi corro???. Pensé
en ignorarlo, pero pudo más mi curiosidad y le escribí preguntándole quién era.
Al poco tiempo me contestó:
Soy Alan Martin Cruz Cáliz, su ex alumno de la Telesecundaria de Hidalgotitlan,
¿ya no se acuerda de mí? Maestra, estoy a punto de recibirme de INGENIERO NAVAL,
y siempre me acuerdo de usted, siempre he tenido presente lo que nos decía en
el salón y que a pesar de las condiciones en que vivíamos y como éramos, usted
siempre estuvo dispuesta a dar un extra con nosotros, y hoy quiero compartir
con usted, que gracias a sus consejos y enseñanzas he logrado ser lo que me
propuse: UN INGENIERO NAVAL.
Las palabras que leía
en ese momento me reconfortaban, y confieso que rodaron por mi rostro, lágrimas
de felicidad porque aquellas palabras me fortalecían en estos días, no era la de siempre. Me encontraba
con alumnos más rebeldes, uno de ellos, un día por que no quise ponerlo en el
lugar que él me exigía, me amenazó, dijo que me mataría, aunque yo me reí mucho
delante de él, el miedo corrió por mis
venas, y sí llegué a temer por lo que
pudiera pasarme. Pero, en ese momento
que había entendido que lo que un día yo había sembrado en unos alumnos, había
comenzado a dar frutos, me sentí GRANDE, y aunque no soy la madre de ese niño,
me sentí muy especial, y revaloré mi trabajo y volví a tomar otro impulso y más
fuerza para seguir adelante.
Cuando pude ir a Visitar
a mi Tío Roberto, le conté mi odisea con Alan, y él me contestó con una
pregunta: ¿Y cómo te sientes? ¿Verdad que se siente uno vivo? Que a pesar de
todo lo que a veces te desmoraliza, tu trabajo comienza a dar frutos… Esto es
ser maestro. No el que espera la quincena, el que grita, el que se cambia de
escuela a cada rato, o que llega tarde o peor aún el que no asiste a trabajar
porque no le gusta el lugar donde está o labor de guiar a los muchachos en su
educación.
Hoy que mi Tío Roberto
no está conmigo, cada día recuerdo y se magnifica en mi mente ese maestro que vi,
que llegaba temprano a su trabajo, que se preparaba y que se preocupaba por el
bien de sus alumnos. Hoy hago lo posible por inyectarles a mis alumnos esa
semilla que un día sembré en ahora Mi Ingeniero Alan, y ver que rinde frutos,
sé que todos no llegarán a la meta, pero aspiro, a que quien lo logre, me tenga
en alguno de sus pensamientos, y eso que algún día para ellos fue un regaño,
logren ver que lo hice porque me interesaron y porque de alguna manera siempre
deseé que ellos fueran lo mejor.
Por
ellos y por las generaciones que aun vendrán a mi aula, por todos siempre seré
una maestra que dejó huella en sus vidas.